Continúa la polémica por el “ahogamiento simulado”
Tortura y paranoia
Por: Juan Camilo Maldonado T.
Mientras que en Estados Unidos la opinión se divide frente a los límites de las agencias de seguridad para interrogar detenidos fuera de su territorio, una comunidad de norteamericanos crece convencida de que el gobierno los tortura a distancia.
Kevin Burnor tiene un microchip en el colon. Un par en el hígado y los riñones, y otro averiado en los pulmones, cerca de un sistema digital instalado en su pecho. Dice, además, que bajo el puente de su paladar, agentes federales del gobierno de Estados Unidos instalaron un GPS (Global Position System) para monitorearlo vía satélite. A esto se suman los chips tras sus oídos, que los agentes utilizan con metódica rutina para que Burnor vea imágenes y escuche voces.
Desde una cabina telefónica, en Honduras, donde busca escapar de sus supuestos torturadores, Burnor explica con una voz incolora y mecánica, como si, pese al dolor, hace tiempo hubiera dejado de tener miedo: “Soy realidad virtual, ellos me hacen ver lo que quieren que yo vea; y me hacen oír, lo que quieren que yo oiga”.
Todo esto es, por supuesto, fantasía. O por lo menos así lo piensa la gran mayoría de congresistas, periodistas y defensores de derechos humanos a los que Burnor y cientos de víctimas han acudido en la última década para denunciar lo que ellos llaman “programas de armas de energía dirigida”, y que consideran “el más grande genocidio que se haya realizado en el mundo”.
Cuando supo que El Espectador estaba interesado en su historia, a mediados de febrero, Burnor emprendió una generosa rutina de envío de correos electrónicos. En cuestión de semanas, dos decenas de comunicaciones habían sido recibidas, con documentos y referencias a otros “blancos”, como ellos se llaman entre sí: ciudadanos del común, que tuvieron algún encuentro con una autoridad norteamericana que condujo a que fueran identificados y perseguidos, hasta el punto de ser implantados con chips y ser irradiados con armas no letales de ondas electromagnéticas.
Las supuestas víctimas se cuentan por montones, no sólo en Estados Unidos, sino en varios rincones del mundo. Están tan convencidos de que las agencias del gobierno norteamericano experimentan con ellos que han creado varias organizaciones .
No hay comentarios:
Publicar un comentario