Lo que se aprende en la calle
Protestar contra las masacres educa a ciudadanos solidarios.
Francisco Cajiao
La educación de un ciudadano es resultado de todo lo que la sociedad transmite a través de multitud de manifestaciones cotidianas. Los niños y niñas aprenden muy pronto la manera de comportarse frente a situaciones como subir a un bus, comprar caramelos, ir al cine o compartir con sus maestros en el colegio. Allí aprenden si funciona la fila o es mejor colarse, si les dan los vueltos completos o si tratan de robarlos, si pueden creer en los mayores o piensan que los engañan.
También observan el comportamiento de parientes, autoridades, policía, religiosos, políticos... y de la forma como actúan aprenderán el respeto o el escepticismo. En su colegio comprueban si sus opiniones tienen valor o son ignoradas a pesar de que los invitan a participar en los organismos de gobierno escolar. Son invitados a foros y discusiones sobre temas muy importantes para ellos, pero sus opiniones y sugerencias son desechadas porque no coinciden con lo que buscan quienes tienen más poder en la toma de decisiones.
Así, paso a paso, se van configurando maneras de vivir y pensar, valoraciones sobre la verdad y la mentira, compromiso con los intereses colectivos o desinterés por lo que ocurre en sus comunidades, seguridades en torno a las autoridades o desconfianzas que a lo largo de la vida se expresan en una falta de solidaridad generalizada y una tendencia permanente a saltarse las normas que regulan la sociedad. Al observar a los adultos, adquieren su propia visión sobre el manejo y cuidado de los recursos y bienes públicos, sobre la forma de ejercer la autoridad, sobre el valor del conocimiento y el valor de intrigar ante los que tienen el poder. Los niños y jóvenes ven más de lo que se pretende enseñar en el salón de clase sobre la democracia y la ciudadanía, y aprenden más en la calle y en los noticieros que en las cátedras.
El 4 de febrero, jóvenes escolares y universitarios hicieron parte de una gran lección de ciudadanía, promoviendo activamente la marcha contra la violencia de una guerrilla torpe que no logra distinguir entre ideales de justicia social y los niveles más degradados de crueldad e irrespeto por el ser humano. Por fin fueron parte de esta sociedad que repudia semejante deterioro moral. Lo mismo deberá ocurrir el próximo 6 de marzo, cuando acompañaremos a las víctimas de todas las formas de violencia, en especial las generadas por los paramilitares y todos los agentes sociales que han sido sus cómplices. Es de esperar que no solo los estudiantes de instituciones públicas salgan a la calle a manifestar su indignación, sino que una vez más los alumnos de entidades privadas puedan ser parte de este repudio colectivo.
Protestar contra la indiferencia, contra el crimen, contra el abuso del poder, contra el desplazamiento de los débiles, contra la corrupción y degradación de políticos que se amparan en masacres y extorsiones, es una forma de educar a un ciudadano exigente y solidario. Pero, además, es un camino para fortalecer una cultura capaz de expresarse con libertad e independencia, frente a grupos de poder que quieren mantener siempre el control del sentimiento colectivo.
Cuando se está en medio de un inmenso río humano que colma las calles es inevitable experimentar la emoción de compartir unos valores comunes que reclaman paz, convivencia y humanidad. Estar en calles y plazas que se llenan es darle sentido al espacio público, como lugar de los propósitos comunes, sin necesidad de la voz del líder o la orden del poderoso. Todos estos son caminos para educar, para construir comunidad, para fortalecer un sentido de pertenencia. Se aprende a participar cuando se tiene oportunidad de ser parte de algo: de un pueblo, de unos ideales, de un país. Por esto es importante que acompañemos a nuestros niños y jóvenes no sólo a manifestar su rechazo a la violencia, sino a reflexionar sobre lo que significan estas expresiones colectivas.
La educación de un ciudadano es resultado de todo lo que la sociedad transmite a través de multitud de manifestaciones cotidianas. Los niños y niñas aprenden muy pronto la manera de comportarse frente a situaciones como subir a un bus, comprar caramelos, ir al cine o compartir con sus maestros en el colegio. Allí aprenden si funciona la fila o es mejor colarse, si les dan los vueltos completos o si tratan de robarlos, si pueden creer en los mayores o piensan que los engañan.
También observan el comportamiento de parientes, autoridades, policía, religiosos, políticos... y de la forma como actúan aprenderán el respeto o el escepticismo. En su colegio comprueban si sus opiniones tienen valor o son ignoradas a pesar de que los invitan a participar en los organismos de gobierno escolar. Son invitados a foros y discusiones sobre temas muy importantes para ellos, pero sus opiniones y sugerencias son desechadas porque no coinciden con lo que buscan quienes tienen más poder en la toma de decisiones.
Así, paso a paso, se van configurando maneras de vivir y pensar, valoraciones sobre la verdad y la mentira, compromiso con los intereses colectivos o desinterés por lo que ocurre en sus comunidades, seguridades en torno a las autoridades o desconfianzas que a lo largo de la vida se expresan en una falta de solidaridad generalizada y una tendencia permanente a saltarse las normas que regulan la sociedad. Al observar a los adultos, adquieren su propia visión sobre el manejo y cuidado de los recursos y bienes públicos, sobre la forma de ejercer la autoridad, sobre el valor del conocimiento y el valor de intrigar ante los que tienen el poder. Los niños y jóvenes ven más de lo que se pretende enseñar en el salón de clase sobre la democracia y la ciudadanía, y aprenden más en la calle y en los noticieros que en las cátedras.
El 4 de febrero, jóvenes escolares y universitarios hicieron parte de una gran lección de ciudadanía, promoviendo activamente la marcha contra la violencia de una guerrilla torpe que no logra distinguir entre ideales de justicia social y los niveles más degradados de crueldad e irrespeto por el ser humano. Por fin fueron parte de esta sociedad que repudia semejante deterioro moral. Lo mismo deberá ocurrir el próximo 6 de marzo, cuando acompañaremos a las víctimas de todas las formas de violencia, en especial las generadas por los paramilitares y todos los agentes sociales que han sido sus cómplices. Es de esperar que no solo los estudiantes de instituciones públicas salgan a la calle a manifestar su indignación, sino que una vez más los alumnos de entidades privadas puedan ser parte de este repudio colectivo.
Protestar contra la indiferencia, contra el crimen, contra el abuso del poder, contra el desplazamiento de los débiles, contra la corrupción y degradación de políticos que se amparan en masacres y extorsiones, es una forma de educar a un ciudadano exigente y solidario. Pero, además, es un camino para fortalecer una cultura capaz de expresarse con libertad e independencia, frente a grupos de poder que quieren mantener siempre el control del sentimiento colectivo.
Cuando se está en medio de un inmenso río humano que colma las calles es inevitable experimentar la emoción de compartir unos valores comunes que reclaman paz, convivencia y humanidad. Estar en calles y plazas que se llenan es darle sentido al espacio público, como lugar de los propósitos comunes, sin necesidad de la voz del líder o la orden del poderoso. Todos estos son caminos para educar, para construir comunidad, para fortalecer un sentido de pertenencia. Se aprende a participar cuando se tiene oportunidad de ser parte de algo: de un pueblo, de unos ideales, de un país. Por esto es importante que acompañemos a nuestros niños y jóvenes no sólo a manifestar su rechazo a la violencia, sino a reflexionar sobre lo que significan estas expresiones colectivas.
3 comentarios:
guardamos un silencio complice bastante parecido a la estupidez
los jovenes ibaguereños le cumplimos al país, salimos a marchar, a denunciar los crimenes y barbaridades de los grupos paramilitares. bacano
los felicito alternativos, con su empeño, dedicación, tesón y compromiso ayudaron a sacar la marcha contra los crimenes de Lesa Humanidad cometidos por el paramilitarismo y el Estado.
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