“Vuestra gloria crecerá como crece la sombra cuando el sol declina”
Los dragones no han muerto, resurgen al mirar al cielo, como sobras gigantescas producidas por el eco implacable de los movimientos sociales. La imagen mítica del luchador retorna entre calles polvorientas. Puede surgir en cualquier rincón de Cuba, al doblar una esquina, lo mismo en un gigantesco mural de la Plaza de la Revolución que al asomarnos a la sala de una vivienda humilde o al entrar en un edificio público; puede ser una cara trazada con torpeza y cariño sobre el muro por un estudiante o un artista popular o la fotografía reproducida un millón de veces por la prensa.
Su irradiación se dilata por todo el mundo, lo reconocemos avanzando por el mar de una manifestación de Paris, Washintong, Colombia, Hanoi moviéndose como un péndulo entre las olas; o nos sorprende de pronto aislado y santificado en el remanso de una respetable casa burguesa, contra la pared de algún pasillo elegante o sobre la cama del hijo saciado por la sociedad de consumo.
Así ha circulado y circula la imagen del Ché. Es la representación de un hombre que vivió entre nosotros, un símbolo de la revolución insobornable, y a veces, no se puede negar, una mercancía, otras un estimulo puramente sentimental. Es, sin embargo, la imagen más universal que ha lanzado Latinoamérica por todo el mundo.
Los dragones no han muerto, resurgen al mirar al cielo, como sobras gigantescas producidas por el eco implacable de los movimientos sociales. La imagen mítica del luchador retorna entre calles polvorientas. Puede surgir en cualquier rincón de Cuba, al doblar una esquina, lo mismo en un gigantesco mural de la Plaza de la Revolución que al asomarnos a la sala de una vivienda humilde o al entrar en un edificio público; puede ser una cara trazada con torpeza y cariño sobre el muro por un estudiante o un artista popular o la fotografía reproducida un millón de veces por la prensa.
Su irradiación se dilata por todo el mundo, lo reconocemos avanzando por el mar de una manifestación de Paris, Washintong, Colombia, Hanoi moviéndose como un péndulo entre las olas; o nos sorprende de pronto aislado y santificado en el remanso de una respetable casa burguesa, contra la pared de algún pasillo elegante o sobre la cama del hijo saciado por la sociedad de consumo.
Así ha circulado y circula la imagen del Ché. Es la representación de un hombre que vivió entre nosotros, un símbolo de la revolución insobornable, y a veces, no se puede negar, una mercancía, otras un estimulo puramente sentimental. Es, sin embargo, la imagen más universal que ha lanzado Latinoamérica por todo el mundo.
Movimiento Universitario del Tolima
Resaltando la Dignidad de los Luchadores del Mundo









1 comentario:
que viva el CHE
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