La noche del 16 de septiembre de 1973, un alma y una guitarra fueron vilmente asesinadas en el mismo lugar donde antes habían sido homenajeadas. El Estadio Chile presenció los extremos de la irracionalidad humana y vio hombres torturados por otros que se jactaban del supuesto poder que sus armas irradiaban. En medio de miles de personas acompañadas únicamente por la certeza de su fatídico final, se encontraba Víctor Jara luchando por mantener viva la sonrisa que siempre afloraba cuando le cantaba al amor y la revolución.
Los pecados que le condenaron a muerte fueron haber nacido en el seno de una familia campesina; enamorarse de la magia y el poder emancipatorio de la música y el teatro al igual que de su esposa Joan; recorrer su patria y el mundo cantando en contra de la guerra y el fascismo; y haberse comprometido con los movimientos sociales y manifestaciones revolucionarias que se fortalecían durante la campaña presidencial del socialista Salvador Allende. Por hacer eco de una realidad, fue llamado “el huevon cantor marxista” “…Yo pregunto si en la tierra, nunca habrá pensado usted, que si las manos son nuestras, es nuestro lo que nos den…”. Por hablar desde su corazón se le acusó de “hijo de puta comunista”. “…Mi canto es un canto libre, que se quiere regalar, mi canto es un canto libre. A quien le estreche su mano, a quien quiera disparar, mi canto es un canto libre. Mi canto es una cadena, sin comienzo ni final y en cada eslabón se encuentra el canto de los demás…”.
Víctor Jara resistió a la crudeza de la culata de un arma que, empecinada en herirlo, destruyó las manos que hacían de una guitarra la acompañante adecuada para cantar al son de la canción social; contempló en silenció el embate de la bota de un militar que golpeaba su vientre y hacía su rostro sangrar; y esperó con paciencia a la nunca ausente muerte, engañando al hambre y la sed; recordando a su esposa y a sus dos hijas, Amanda y Manuela; sufriendo las más inhumanas humillaciones; y llevando en el alma y el corazón al gobierno de la Unidad Popular, su motivo de lucha y causa de su muerte.
Y no en vano es hoy recordado, y toda Latinoamérica reconoce al hombre que puso en “nuestras manos abiertas su guitarra de cantor, martillo de los mineros y arado del labrador”. Y que se atrevió a decir: “…Si molesto con mi canto a alguien que no quiera oír, le aseguro que es un gringo o un dueño de este país…”. Víctor Jara aún resiste, y no calla como lo afirman Los Fabulosos Cadillacs; y su canción protesta no era antipatriota ni terrorista como dice Aterciopelados. Víctor Jara, tal y como lo afirma Silvio Rodríguez, era el hombre extraño que consideraron peligroso porque besaba todo lo que veía, era el hombre extraño que hizo que los pájaros descubrieran que al mundo le habían nacido labios.
1 comentario:
Rescatar la memoria historica de nuestro pueblo es un ejercicio que demuestra que en todos los campos las personas comprometidas con la edificación de otro tipo de sociedad somos más gente, más humanos, más personas. que vivan en nuestro recuerdo estos luchadores hijos de nuestro pueblo.
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